Contaminación de las aguas
En las últimas décadas ha tenido lugar un notable incremento de la demanda de agua debido en parte a la mejora de la calidad de vida y en parte al mayor desarrollo industrial y agrícola. Este incremento de la demanda también ha llevado asociado una contaminación de este recurso natural, es decir, ha provocado una modificación de las propiedades físicas, químicas y biológicas del agua.
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Existen factores externos, especialmente de origen antrópico, que alteran la composición natural de las aguas al introducir sustancias ajenas susceptibles de modificar su naturaleza original, deteriorando su calidad y limitando su utilización para ciertos usos. Por tanto, la contaminación aparece asociada a actividades antrópicas, ya sea de forma directa (vertidos) o a causa de accidentes. |
Obviando las consideraciones económicas, la contaminación del agua es, a priori, indeseable por razones no sólo de salud público sino también por razones estéticas y éticas. Con ella, se reduce la cantidad de recurso utilizable para ciertos fines, y se contribuye a conformar una situación de escasez y de degradación del medio ambiente. La tendencia actual es la de obligar a los causantes de la contaminación a pagar por este uso del agua y a asumir los costes de depuración.
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Aunque las aguas subterráneas se encuentran más protegidas frente a la contaminación que las aguas superficiales, debido fundamentalmente a la capacidad purificadora de los suelos, sin embargo, cuando la contaminación se produce en las aguas subterráneas es un proceso difícilmente reversible debida a la dificultad de recuperación de los acuíferos aún cuando esta fuese económicamente viable.
En el caso de las aguas superficiales, la detección de la contaminación desde una fuente y su control se puede identificar fácilmente. En cambio, en las aguas subterráneas esto es bastante más complejo, ya que en muchas ocasiones la degradación de la calidad se advierte después de un cierto tiempo y cuando la contaminación ha afectado a amplias zonas del acuífero.
Mientras que la solución del problema es relativamente sencilla en el caso de las aguas superficiales, en las aguas subterráneas la adopción de medidas correctoras son costosas y de eficiencia no siempre satisfactoria, estando condicionada, además, por una compleja evolución del contaminante en el terreno y la consiguiente dificultad de establecer un diagnóstico de las relaciones causa-efecto del proceso contaminante.
Una de las principales causas del deterioro de la calidad de las aguas se debe a al uso abusivo de fertilizantes en actividades agrícolas, llegando a producir:
Eutrofización en aguas continentales (acequias, ríos, lagos y embalses) y costeras | La eutrofización da lugar al crecimiento explosivo de algas produciendo trastornos en el equilibrio biológico. |
Contaminación de las aguas subterráneas | Fundamentalmente debida a la presencia de nitratos. |
Es particularmente interesante el proceso de cambio que se ha ido produciendo en la política agrícola de la Unión Europea, la cual durante años ha estado subvencionando el uso del agua y de fertilizantes, con el resultado de producir excedentes no comercializables y de causar contaminación. En cambio, la nueva política agrícola europea va dirigida a contener el volumen de excedentes y a mantener la calidad de las aguas. Además, de este modo el espacio que la agricultura cede, al producir menos, se recupera para actividades de ocio y para la mejora del medio ambiente, en concordancia con el aumento del tiempo libre y del uso que la población hace del espacio rural.
En muchos países, la contaminación del agua por diversas actividades es un problema muy serio. Los causantes de dicha contaminación argumentan que los costes de depuración son elevados y no resulta económicamente viable, por lo que el principio de "quién contamina, paga" no se cumple. Por otro lado, la mayor tolerancia y laxitud en la aplicación de las leyes en los países cuyas instituciones son débiles ha estimulado la transferencia de ciertas actividades contaminantes. En los países pobres, los productos agroquímicos (fertilizantes, pesticidas, herbicidas) son escasos y, por consiguiente, la contaminación del agua y del suelo causada por actividades agrícolas no es demasiado grande. No obstante, algunos países en desarrollo poseen un sector agrícola orientado hacia la exportación y la producción intensiva, que produce una severa degradación del agua y del suelo ya que la conservación del capital natural no entra en los cálculos económicos.
Pero además, en muchos países las aguas subterráneas constituyen una reserva importante de agua potable. En varias zonas este recurso hídrico está contaminado hasta tal punto que no reúne las condiciones establecidas en las normas actuales de consumo. Si bien estos problemas se deben esencialmente a la aplicación excesiva de fertilizantes minerales, en algunos lugares está situación está especialmente asociada a la aplicación extensiva e intensiva de fertilizantes orgánicos (estiércol).
La contribución exacta de la agricultura a la eutrofización del agua superficial y a la contaminación de las aguas subterráneas es difícil de cuantificar. Se calcula que la agricultura europea puede ser la causante del 60% del total del flujo fluvial de nitrógeno al mar del Norte, y del 25% de la carga total de fósforo (FAO/CEPE, 1991). En Checoslovaquia, la agricultura aporta el 48% de la contaminación del agua superficial. En Noruega y Finlandia se han señalado situaciones, localmente significativas, de eutrofización de las aguas superficiales como consecuencia de factores agrícolas. Los altos niveles de utilización de nitrógeno y fósforo son considerados como los causantes de la proliferación de algas en el mar Adriático. Algo semejante ha ocurrido en las aguas costeras de Dinamarca. En los Países Bajos se ha registrado una contaminación sustancial de las aguas subterráneas por nitrato (FAO/CEPE, 1991). El 50% de los pozos poco profundos que abastecen de agua a más de 1 millón de residentes en Lituania no son aptos para el consumo humano por la presencia de una gran variedad de contaminantes, entre los que figuran plaguicidas y compuestos nitrogenados (FAO, 1994b). En los años 60, el lago Erie (uno de los Grandes Lagos de América del Norte) fue declarado, por la prensa, como “muerto” debido a los altos niveles de nutrientes acompañado por un crecimiento excesivo de algas, mortandad de peces y sedimentos de fondo anaeróbicos.
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